Te conduzco a mi habitación. Los pájaros simulan dormir en mi almohada. Mis manos tienen laberintos y te pierdes cuando las besas. No me encuentras porque no estoy. Así de sencillo. La desnudez es una brevedad, no un desafío. Mi piel tiene esa leyenda que dice deseo. No se adormita ni es la tradición de dejarse caer. La ropa cae. El tiempo cae. Y yo, simplemente sigo parada.
Dejo la puerta abierta. La copa de vino aún no te hace entender. Solo quieres que baje tu cremallera y nade sobre tus ríos. Me agotas en el dominio de tu estupidez. Vuelvo a repetirme que no creo en el amor. Aunque puedo decirte poemas con solo mirarte y lastimar la rabieta donde la noche se apresura. La insinuación sigue y se detiene en tu boca. No tienes árboles ni bromelias. Hay un vacío en la bruma de tu abrazo. Se disipa. No encuentras mi bosque. Haces tanto ruido que los pájaros huyen…