Es confesable intentarlo.
Me atrevo a ser cursi por vos.
Que el título sea el poema que resuma todo.
Debo inventarte, imaginarme que sí
que sí me imaginas en ese recinto de la ternura
que el invierno con Mozart se te parece
que mis lluvias son torpedades nada más que sirven para la espera,
te espero y lo sabes,
nada importa más que esperarte.
Fue piel entre nosotros,
prisa,
bosque húmedo
y entiendes el porqué escribo tanto de ramajes amarillos o del verde limón.
Estuve y me fui un día porque es más fácil la resignación,
no ostentar el universo o las gemas preciosas;
y perderse con el olvido
era más fácil que decirte: amor.
¡Pero te diría amor tantas veces!
Ahora, duele la tierra prometida,
las lenguas antiguas que van a otros muros,
a otros perfiles extraños,
duelen las señales esquivas, ajenas,
ese silencio que no huye y se acerca más y más…
me voy con él
sin la Rosa
con pedacitos de espinas y soles.
Me voy, amor,
porque tu humareda tiene razón de perderme.