viernes, noviembre 29, 2019

Prólogo del libro «Eufemismos y algunos relatos apóstatas» por Maria Pérez Iglesias

Luissiana Naranjo Abarca:




Entre la irreverencia y la transformación
El nombre de pila nos interpela, nos convierte en sujetos de nuestra propia historia. Lo escuchamos en voces y tonalidades distintas desde antes de nacer. Vibra, conmueve, marca. Luisa y Ana una dupla desde siempre, una búsqueda constante, un enigma sostenido por la duda,  el asombro y la paradoja de la vida.  Luissiana ese nombre poético cargado de energía vital, doble, siempre en riesgo, siempre al borde de las emociones,  de los instintos y las racionalidades inmanejables. Como persona la salvan la sorpresa,  la búsqueda  de equilibrio y armonía,  el desconcierto   en lo cotidiano y lo trascendente,  pero sobre todo la redimen y liberan la contradicción, la rebeldía y, por qué no,  el “incierto” eufemismo, esa palabra clave del título del libro que tenemos entre las manos. Eufemismos y algunos relatos apóstatas tiene poco de eufemístico y mucho de reclamo directo. Biográfico -como prácticamente toda su experiencia de escritura- y ensayístico,   el texto utiliza  la crónica,  la opinión, el comentario para hacer una crítica social y plantear un ideario. Expone un conjunto de valores humanistas y socio políticos donde los derechos individuales y colectivos pasan por el amor de pareja, la familia, la maternidad, Dios, la iglesia, lo patriarcal,  la democracia, la justicia y, básicamente. la libertad como liberación. 

Niña tierra entre fuego y el agua que no se contamina…
Luissiana Naranjo Abarca nace un seis de setiembre en una de las fechas más emblemáticos de la historia occidental: 1968.  Ese año -recordado por las protestas y represión estudiantil, los hippies, la música de los Beatles,  el amor libre y la paz- parece aspergear a esta deseada niña nacida en San Antonio de Desamparados, su pueblo mágico,  la cuna del gran gestor cultural  Joaquín García Monge y del  poeta militante, su abuelo Próspero Abarca. 
De niña contempla, reflexiona y admira el entorno natural, desde la casita de tablones en el patio de lo que hoy es el hostal y centro de cultura Casa Franco –herencia familiar que data de 1925.  Observa los insectos,  los colores de flores y frutos,  el movimiento y la textura.  Alerta sus sentidos, los despierta con el roce,  el aroma de la cocina o de un cítrico caído del árbol,  de una nota musical en el aire, con  la locura del color y la imaginación. Y el mar,  la montaña,  el bosque húmedo y  la magia de la neblina, sobre todo lo nebuloso la asombra con sus claro-oscuro. Con ser y no ser en el gris, en lo que diluye los bordes, la imagen sombra, silueta o bruma.  Es la casa grande, la que recibe y atiende, la que se llena de voces y comida.
Su viaje vital –interior- es largo y tortuoso, pero sobre todo contradictorio y ambiguo:  el amor inmenso del y al padre-abuelo – treinta años mayor que su madre- con sus aperturas y oportunidades y, a la vez, con su conservadurismo y limitaciones.  Dos de los relatos más conmovedores en Eufemismos  son, quizás,  la celebración a escondidas de su noveno cumpleaños en casa de una vecina o su segregación de la iglesia por escoger  a un incrédulo como sujeto-objeto de “amor”.   
Esa temprana convulsión interior se genera, por su patrón genético- parental, cósmico- y por un entorno marcado fuertemente por la fe,  la prescripción de su papel de misionera durante su  juventud,  por lo prohibido y la verdad única.  El hombre falla con su primera y abusiva relación de pareja y la búsqueda limitada  a lo prescrito por la iglesia y su noción de pecado y castigo  entra en contradicción con sus sensaciones y  sentimientos.  
Si algo caracteriza a nuestra autora es  el viaje y la búsqueda.  Un viaje  a su interior,  a su ser íntimo para construir su propia identidad y viajes relativamente externos por temáticas y problemáticas,  por espacios y geografías,   por experiencias académicas de estudio (educación, administración educativa, periodismo, lingüística),  por grupos culturales,  por los caminos de la memoria y el olvido.    
En su faceta artística  Luissiana escribe desde pequeña, practica la oratoria, ama la música,  la lectura y la palabra. Realiza sus estudios en la Escuela Católica Activa y el Colegio  San Judas Tadeo  y desde sus quince años asiste  al colectivo poético Eunice Odio. Más tarde se incorpora al Café Literario Francisco (Chico) Zúñiga, al Círculo de Poetas Costarricenses con Laureano Albán,  a la Asociación de autores de obras literarias y artísticas  de Costa Rica y  la Asociación Costarricense de Escritoras donde participa activamente, incluso a nivel de Junta Directiva. Crea junto a Rafael Chamorro y Ediciones Andrómeda  el Proyecto itinerante Resabios (Arte y poesía) donde los poemas comparten con la música y la pintura. 
Funda El Duende,  un colectivo que genera  tertulias musicales y literarias junto con Gaviota y también dirige tertulias literarias en la comunidad de Monteverde. Organiza el I Encuentro Internacional del poeta y el medio ambiente en ese lugar, el Festival Internacional de poesía 2007 con Casa Poesía, coordina la Comisión de Cultura en Desamparados por dos años y co-funda el Museo de la carreta en Salitrillos. Estas prácticas y la del periodismo la llevan a participar muy activamente en recitales, seminarios, encuentros nacionales e internacionales y le dan oportunidad de publicar en diversas antologías. Además de nuestro país donde el ICER,  Líneas de Mujer, El amor en la poesía costarricense publican una selección de sus poemas, Luissiana  ha leído y/o publicado en Panamá, Nicaragua, Guatemala, El Salvador, México, Colombia, Argentina, Cuba, Estados Unidos, España. 
Después de su rebelión –apostasía- conotra lo prescrito, después  de esa lucha para algunos irreverente y para otros sanadora, Luissiana emprende otro largo viaje en el que había incursionado pero ahora privilegia: el de la educación de niños, niñas y jóvenes en condición de vulnerabilidad.  Su condición de misionera de la palabra bíblica se transforma.  Su nueva misión es la de educar, trasmitir conocimientos, formar valores, mejorar condiciones de vida. Docente universitaria, colegial y escolar, se interesa por el humanismo y la cultura de paz, trabaja en la confección de libros de texto, en administración educativa pero, sobre todo, en el aula. Desde el 2000 realiza un largo periplo por escuelas públicas en poblaciones marginales como Río Azul, Las Gravilias,  República de Panamá, Porvenir, Calle Fallas, Ciudadela Fátima y actualmente Los Guido.  Niños y familias evidencian lo que significa la vida cotidiana en condiciones de abuso social y personal.  Su experiencia como docente y como gestora cultural en la comunidad de Monteverde le permite profundizar en ese viaje hacia y con la naturaleza que había iniciado desde la infancia. 
Recordemos que en su vida diaria Luisiana ha participado activamente en la organización de actividades muy diversas, en programas en los medios de comunicación (como Mujeres del 2000 en Canal 13),  en agrupaciones de estudio   y estímulo a lo literario  y, casi siempre  lo hace con énfasis en grupos que por razón de género, etnia, edad, condición socioeconómica u otra, son más vulnerables.   Al trabajo literario con mujeres privadas de libertad: Taller de Literatura para mujeres en prisión  y  Palabras Libres   (2007 y del 2011 hasta hoy)  – donde se publican  Letras Libres, Soles para un largo invierno y Después del invierno-   hay que sumar su experiencia  en talleres con personas sobrevivientes de cáncer,  con jóvenes de alto riesgo patrocinado por Paniamor  o con  la comunidad de Monteverde,  donde logra editar antologías  como Elige vivir, Sementíos y Tertulia en el bosque.    
Como escritora publica con Líneas Grises el poemario Cuerpo de Latitud Verde (1999)  y un texto a tres manos,  Fuego, tierra, agua… que nunca se enturbia (2000) con Luz Alba Chacón y Sonia Solarte.  La editorial Andrómeda saca a la luz Resabios en el  2007 y dos años después la UNED premia su libro Canica Azul, un poema ambiental para niños. Analfabeta de mi sexo  y .Zip son editados por Germinal y Edinexo, respectivamente,  en el 2012 y el 2016. 
Otros viajes – siempre como búsqueda y cuestionamiento, como aprendizaje y enseñanza-  al exterior, a culturas originarias y a la condición de mestizaje  -México, Centroamérica y  algunos países del sur- la conmueven.  Luissiana indaga, se pregunta, conoce e igual que otras experiencias transforma ese diálogo en escritura:  lo hace con el libro  Fuego, tierra y agua… que no se enturbia y  en la actualidad relatando impresiones y anécdotas en Eufemismos y algunos relatos apóstatas. 

Renegada sin eufemismos

Eufemismos y algunos relatos apóstatas  es un texto plural, diverso, donde la crónica periodística o literaria juegan con la anécdota, la opinión, la crítica   y la reflexión. Este  texto de memoria, autobiográfico y convulso,  muestra un espíritu rebelde que abandona, deserta, reniega de todo aquello que limita la liberación de la mujer. Su liberación. Este conjunto de relatos en apariencia muy disímiles –algunos renegados-, están unidos por  la toma de conciencia de una realidad social- religiosa, económica, sexista, mojigata y  subyugante- que somete a la norma, al orden, a la creencia e impide transitar por los laberintos del deseo, de la inclusión real,  del compromiso con la naturaleza, de la oportunidad.  
El título ironiza como la vida misma. La escritora  usa pocas veces el eufemismo como figura retórica, como lenguaje política y “moralmente correcto”, más bien enfrenta con ideas y palabras fuertes- para la tradición prohibidas- todo aquello que en su criterio daña a las sociedades y, especialmente al sexo más vulnerable. 
Luissiana abarca –como su apellido materno- una infinitud de problemáticas directa o indirectamente y lo hace con distintas estrategias discursivas: analiza, describe,  critica, niega, ironiza y sobre todo juega con el lenguaje una y otra vez.  Esta forma de enfrentar los escritos en el libro es semejante a la que se percibe en su vida cotidiana  donde los derechos humanos son su bandera y donde privilegia las luchas por la conservación del medio ambiente, los derechos de la niñez y la adolescencia, los indígenas,  de quienes padecen enfermedades crónicas o de aquellos que están en prisión.  Como gestora cultural,  comunicadora  y como artista polisémica – pintora, artesana, fotógrafa, poeta y narradora- dedica varios de sus relatos de Eufemismos y algunos relatos apóstatas al arte, la literatura y los talleres de arte.  
Feminista por convencimiento, amante del arte como terapia y realización personal, activista en la asociación contra el acoso moral y psicológico,  curiosa, creativa, rebelde la escritora   rompe cánones y legitimaciones absurdas.    
Luissiana cuenta, revive como un acto de recuerdo e imaginación  lo que fue su  experiencia vivencial y nos dice claramente lo que quiere borrar, lo que no quiere y quiere ser y, para eso, desentraña su lenta y  dolorosa transformación.    La poeta cambia,  se vuelve irreverente, se reinventa.  Evidencia y atraviesa esos mitos, estereotipos y prejuicios sociales que la dañan, la condicionan, la hieren como persona y como género: la gordura,  las relaciones de pareja,  “la” verdad,  la fe,  la misión evangelizadora,  la sexualidad opacada, la maternidad…  
En algunos ensayos  la problemática se  enfoca directamente  sobre  el  “yo”,   sobre esa primera persona que necesita saber lo que realmente es – no está sola, es sola-    pero en los otros textos la primera persona se convierte en plural, generalmente en un “nosotras”.  Se convierte en la representación del ser femenino que ha sido condenado durante siglos a la sujeción,  a la baja autoestima,  a la aceptación resignada,  a los lineamientos que imponen el patriarca,  la religión,  el sistema político-social.  Clama contra la “normalización” del abuso y acoso sexual (Me too),  contra la tradición que encasilla,  contra las frases deslegitimadoras  escuchadas al “otro” –el ente masculino-  una y otra vez.   
El recorrido interior, espiritual, se concreta en el cuerpo femenino con sus mitos e “imperfecciones” y en el asumir paulatinamente   la sexualidad-libertad.   El cuerpo femenino con sus singularidades, sus recovecos,  sus posibles ya se transita como un aprendizaje de sí misma en su poesía de  Analfabeta de su cuerpo o .Zip.  En estos y otros poemarios el sexo, el deseo, se asume directamente sin eufemismos, sin velos ni disfraces. 
En Eufemismos, este libro de crónicas,  el cambio se racionaliza a partir de la figura del hombre,  al que clasifica, juzga por sus limitaciones e idealiza como encuentro posible.  El énfasis erótico, sexual –ausencia de eufemismos-  ha hecho que la califiquen como poeta de la sexualidad,  deslenguada e irreverente, olvidando  que su producción es mucho más que eso: la ansiedad, la lujuria, la excitación o la impudicia  esconden el deseo de encontrar un amor “para siempre”, equilibrado,  cómplice, tierno, capaz de ahuyentar la soledad, de complementar lo cotidiano y gozar plenamente.  
Sus  reflexiones,  ensayos y poesía  feminista se toma como   una declaración de identidad, como una propuesta de liberación social. El deseo, el instinto de vida, el placer, la pasión contrasta con el temor y consciencia del vacío, el silencio, la locura o  la muerte.  
La telaraña bipolaridad  de la que habla sin eufemismos es algo más que un síndrome,  un estado,  una red claro-oscura. Es  ese juego de contrarios, contrariedades y contradicciones  de lo que se afirma y niega al tiempo. Es la lucha permanente contra  lo que se conserva como ley, se sistematiza como organización, se aplica como verdad divina irrefutable y, a la vez, se rebela, quiebra, juega y refuta.  Es el doble, la paradoja, la ironía presente siempre en la rebelión  vivida y representada por la poeta.
El algunos relatos ambiente y comunidad se unen en ese largo transitar de varios años juveniles como misionera de la palabra,  como mediadora de lo divino, de la “verdad”.  .  La palabra de Dios en el absurdo de la prohibición, del pecado y su castigo,  de las moralejas y la hipocresía, del miedo.  De Garabito a Los Santos y allí de pueblo en pueblo y también  en  la vastedad de lo desconocido  en San Miguelito, Managua y Matagalpa  de Nicaragua.  Varios años compartiendo creencias, dogmas, legitimaciones,  encadenamientos. Del poder divino el poder terrenal. Muestra esos valores y principios religiosos que sirven para constreñir, obligar,  omitir,  anular, someter y el  poder humano que continúa sin competencia -¿deseo real?- para resolver la pobreza, el hambre, la injusticia, la inequidad o el analfabetismo.  Lo prescrito y lo prohibido. Las alas rotas, cortadas, escindidas en una sociedad que, además,  desfavorece a la mujer. La mujer caminante en busca de su ser interior, en el reflejo de las otras mujeres y la sororidad. 
Allí en Los Santos –cuenta- trabaja con  mujeres y termina organizando un colectivo de microempresarias donde cada quien produce y comercia, con esa condición negociadora de lo femenino.  Cosen, tallan, cocinan, pintan, crean y colaboran entre sí. La realidad aclara las ideas y pondera la imaginación. Esa visión, esa lucha por su género convertida en organización es clara en sus proyectos literarios con privadas de libertad,  en su  participación en la Asociación de Escritoras o en propuestas comunicativas como Mujeres 2000.  Allí, igual que años después en Monteverde,  organiza recreación deportiva e imparte clases de pintura o baile para jóvenes, esos mismos adolescentes con  los  que trabaja como profesora.  
Luissiana pinta al óleo; baila y disfruta la música,  convierte materiales en arte y artesanías; observa, relaciona, capta las imágenes en fotografía y trasciende.  Caricaturiza y logra penetrar para hacer radiografías de la dura realidad. Ama el amor, la sencillez,  a su madre, su hija Maripaz, a su único hermano, a sus amistades y sus alumnos. Es sentimental, sensitiva y sensible,  ácida y contundente, pasión verde y azul, satírica y  a veces ingenua como la oruga.  
Sus cuestionamientos aumentan con la madurez, la criticidad sustituye a la creencia,  la razón a la fe,  el hecho a la interpretación.  Piensa y opina.  Afirma y niega,  mira los colores y su ausencia, acepta la bruma,  la nubosidad,  los grises, la ambivalencia, lo relativo, la productividad frente al producto  y la ambigüedad  en el lugar del dogma,  lo absoluto y  unívoco.  En ese ir y venir por geografías y mentalidades,  de lo urbano a lo rural y a la inversa, del placer a la dolencia física,  del campo a la ciudad,   “la verdad” se vuelve tenue, se multiplica,  se desvanece y aparecen las aristas,  las diferencias culturales, personales, ambientales.  
La exclusión aparece como  un demonio real – un dragón temible-  contra el que hay que luchar y vencer.  Luissiana encuentra la libertad en retazos,  efímera a veces, inconstante e inestable,  pero posible siempre. Y esa es su historia,  la historia de una mujer grande y fuerte de cara bonita,  de una impresionante activista y cumplidora de sueños,  de una hija y madre que entiende lo que significan las generaciones,  los conectes, la sororidad,  la energía transpersonal y las raíces.   La historia de una maestra que aprende y enseña; de una escritora que crea, inventa,  interroga y cuestiona, indaga,  discute, se contradice y re-direcciona; de una mujer naturaleza que se transforma y re-inventa, se rebela y reniega, que   sufre y se alegra por la vida, por su vida. 

Doctora María Pérez Iglesias
Ex catedrática de la Universidad de Costa Rica

viernes, noviembre 08, 2019

Libro Eufemismos y algunos relatos apóstatas que

 Nuevo libro por la autora:
Luissiana Naranjo Abarca