martes, octubre 26, 2010

Las señoras poetas del té

te

La mesa tiene una alcurnia de apellido. Las tazas de té, un resplandor de academia gremial. Se sientan las poetas. Te miran sentada en el sofá, allí donde es tu lugar. No hay suficientes sillas para compartir su mesa. El té tiene un aroma distinto, siempre serás distinta. No es un asunto de mujeres feministas, sino de no saber mirar. No te miran, no existes. Mujer a mujer con su plato de galletitas. Tu galleta no es premiada por ningún concurso, seguirás invisible si no usas su receta.

-“Soy humilde con solo mirarte desde el sofá”.

El té se enfría. Siempre nace esa incomodidad de donde poner la taza si estás sentada en el sofá. Las miras desde allí, ellas tan desocupadas de poesía. Solo buscan seguir en la mesa, tomarse todo el té y toda la atención. Hay solo una manera de limpiarse con su servilleta. Año tras año, dan su lista de resguardo. El té debe protegerse. Tienen un nombre y un punto seguido. Las del sofá son su punto y aparte. De algo les sirve. Alguien debe mirarlas. Hay una coyuntura en ese señorío. A veces, es tolerable y en otras, te nace una rabia asesina, como decirles que la poesía tiene otra forma, que no siempre es una señora, respingada y de títulos universitarios. La poesía es la mejor deformación de la existencia. Es sentarse en el suelo. Respirar por todas partes y ser en todos, sin aspiración. Es necesario a veces, rodearte de basura porque la vida tiene muchas veces olor a basura. Te levantas, no soportas ya la hediondez de mantequilla, las galletas crujen en sus bocas. Las señoras poetas del té.

Prefiero el té al aire libre. Me levanto del sofá, es hora de seguir caminando!

martes, octubre 19, 2010

hacia ningún punto

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Casi siempre los días llevan un punto de dirección, de ocaso y norte. Un punto seguido, constante y perenne hasta formar ese paredón al que llamamos rutina. La línea sigue y seguimos detrás de ella. (…)

Pero debe existir un punto medio, corto, pausado… donde la ranura se haga circular, se desdoble y tome un rumbo dispar. Conviene su entalle pero con docilidad sin que haya ruptura. Esos días fragantes hacia ningún punto son los que modifican nuestra existencia, le dan perpetuidad, oxigenación, brillo, calma y naturalidad.

Dejar que el trazo tenga su ocio, su vuelo imaginario hacia la nada. El reposo de una guarida, en un cuarto, el mismo u otro. Rescatarse del tiempo, alargar la siesta o respirar la madrugada. Aventurarse por un minuto a la disidencia, por un día, un mes o un año. Que imaginarse sea la prueba anterior porque sigue. Peinarse distinto, tan adentro que pensemos diferente.

Desenfocarnos sin presentimientos. Buscar el mar, caminar descalzo, dejar que la sal predomine los espacios diminutos. Probar la luz, la lluvia, la noche y las contrariedades.

Soltar el miedo, los.

Desgajar la idea.                    permitirse negar una mayúscula

porque hay de más                                                   rutinas minúsculas en el mundo                     y sin punto

Creer y estirar las piernas al amor, volver a cruzarlas y seguir caminando. Detenerse cuando el paso no dé y esperar con probidad. Masticar las palabras como esa que cito antes del punto y que a veces no entiendo si el mundo la entiende.

El doblez se necesita para regresar. Regresamos con la línea y los tres puntos que siguen a esta historia.

 

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viernes, octubre 08, 2010

en su lugar

limón

El limón sigue en su lugar, digo, la fruta; el árbol también aunque los separa una breve distancia. Me acerco a él, porque los aromas varían. Las hojas tiernas se sienten como infusión de letargo. Las toco y me aja una rama de espinas. Sigo oliendo. Todo se acomoda al tradicional panorama de campo.
Menos yo y esta acidez que sigue del limón. Es la agrura de mi boca al recordarte. Es la delicia de unas hojas sobre mi cuerpo. Tu espina y la rama que no corto. El té de la tarde que nunca bebimos. Me alejo de allí como si –ya- me olvidaste. Me olvidaste. Sigue el aroma en su lugar. El limón sigue a la vista y no lo entiendes. Nos separa más que la brevedad.

Eso es lo que nos hace distinto, fruta y árbol. Uno sigue y al otro, se le corta, se le bebe o se le exprime. Estás para que sigas pero sin mí. Has perdido mi aroma. Es la mordacidad, mi árbol.

sábado, octubre 02, 2010

Cuál es mi oficio?

 

Después de todo, la lluvia sigue y yo me escondo.

La celosía se abre como abrirme desde muy adentro

y busco soles, cuerdas o barcos para no ahogarme.

Atraco en mi cama,

y no es un puerto para dormir.

Me siento como si las sábanas me dijeran que el mar existe donde uno quiere.

Desde allí miro peces y corales.

No hay hora para la búsqueda.

Solo frío y algún vendaval.

Desde lejos, desde esta isla y sus miramientos, se ve el bosque…

va a mi encuentro con el silbido de la monotonía 

todo se vuelve verano 

en mis palabras y en los pedacitos de alas de las mariposas morfo.

 

 

 

La otra noche, alguien me preguntó, que cuál era mi oficio, le dije: -déjeme pensarlo,

sigo en el agua hasta la otra arista,

cuando despierte, le aviso.

 

 

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