viernes, febrero 27, 2009

Lo que venga…



No sé lo que sigue…


siempre auguré lo sucesivo,


juntar la ropa y lo que me dejó tu cuerpo


como si fueran pedacitos de universo,


dejar la tempestad de tu lengua con acecho a la predestinación,


forzar impetuosamente tu “adiós” antes de que me lo digas…


Pero no,

me robaste el último sorbo de malteada de soya con sabor a chocolate,


pusiste al descubierto mi piel en desahogos,


y seguiste con hambre…


hasta que insistí poner la rebanada de queso con chile jalapeño


mientras vos tostabas el pan en mis labios,


ya ves, insistes en que tal vez…


es “el hoy” -el que no existe- y solo hay “un mañana”.



Te sigo creyendo, aunque no sé lo que sigue,


solo sé lo que inventamos…


desvestirnos con la misma premura de que las horas son nuestras…


caminar de tu mano hasta derretir mi perplejidad…


improvisar un nuevo punto cardinal donde se posen tus 48 besos…



Te he despedido mil veces


y me anticipo de lluvias

pero es lento tu verano,

quizás eres el que no se irá,

esa luz del umbral atando mi desosiego,

o serás el primero en darme sol pero no el último.


Tu abrazo irrespirable me lo dice todo,


sigues allí dentro de mi,


soplando mariposas en mi vientre y dejándolas volar.



No imagino que sigue después de todo,


pues fluyo como ola espesa en tu colchón de plumas


y solo espero lo que viene…


el génesis que enciende mi locura,


el punto donde grita el mismo silencio


y tu arrullo de pájaros que no me deja ir.



Tal vez sigue lo que sigue…


sin jamás saberlo.

jueves, febrero 26, 2009

alas

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Me poso inmóvil en un tronco con las alas ceñidas…

 

Sosegada me asusto.

 

Detengo mi revoloteo para tan solo recordar que puedo volar.

 

Apenas ayer,

fui una oruga que pensó que su vida sería un arrastre para siempre.

 

No lo era hasta que llegó el siguiente día.

 

No lo soy ahora.

 

¡¡ Mariposa de alas abiertas!!

miércoles, febrero 25, 2009

Si el destino nos encuentra… (poema)

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Sé que no hay marcha atrás,

porque el atrás depuso mi pliegue en tu almohada rojiza,

aquella con la que me restregué sonora en tu humedad,

lo sabe mis huellas que no se repiten,

lo sabes tú mismo con esta distancia,

lo dijo la piel la otra noche con su aroma de mate.

 

No hay trozo válido para una chimenea que aún nos espera

con esa mentira que aniquila el pasado sin encenderse por sus ritos de amor. El hollejo guardará su cáscara para sí.

 

Aún siento el golpe de jazz y tu tambor rupestre de ovejas…

me timbra la piel como el CD postergado de deseos y que nunca me grabaste.

 

Es tan lejos lo lejos…que deseara escribirte mensajitos telefónicos para llamar tu atención.

Lo hacías con tanto deleite por el desahogo de la monotonía.

Si pudieras deletrearme con tu celular y postergar la rutina de no verme.

Disfrutarme con la misma desesperación por no perder mi señal auricular.

Tanto presente y su desperdicio. Envoltura que no deja de abrazarse.

Es nuestra fárfara agitada y sin límites. Tanto de ti …sin mí.Lobo que da por un hecho su salvajismo, ese abismo de desapegos y su libertad.

 

No hubo sentencias solo mis gracias en tu libreta cuadriculada.

 

Te debo los cincuenta pesos del taxi, mis lágrimas y muchas preguntas.

 

Bota los guantes negros donde se esconde el invierno y no olvides bañar a tu perro con los residuos de mi champú.

 

Dejo mi piel en la tuya con pedacitos iracundos de mi café. Sórbelo todo, huélame en tu abrigo como la próxima noche de mi regreso y bébeme de a poquito con la ironía de no que no intentes olvidarme.

-No vemos…

-Que encuentres tu destino….

Hoy me llamaste vía Skype -después de tanto tiempo- y no tenía los audífonos.

Ya ves, cómo es el destino… hace rato compré la tarde para olvidar tu piel porque se esfumó en mi teclado…

 

Oct 2008

viernes, febrero 20, 2009

Poema/ Anécdota del minuto

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Es la anécdota del minuto.

Mi pereza y la computadora.

La lluvia se entremezcla con los olores de mi té de canela.

Hay suavidad en el dorso de mi espalda.

Es por la almohada color sol que me trajo mi madre de Budapest.

 

Afuera, los damnificados escurren sus cojines color barro y la tormenta se disipa en sus jarras de ajenjo.

Desaparecen cuerpos por el momento inoportuno donde la muerte nada tiene que hacer.

Y hoy por casualidad tampoco tengo nada que hacer. No es como ese día de todos los días donde muerdo la rabia de respirar.

 

Suena un trueno de repente, y sigo alarmando mi desazón de estar reposando sobre la almohada color sol que me trajo mi madre de Budapest.

 

Es el cuento de los desposeídos. Se abren los refugios y una de mis congojas es que debo recalentar mi té de canela.

Desenchufo la idea de que si hubiese nacido de otros padres, quizás estuviese viviendo a la par de un río y mirando a lo lejos la huída de todos mis ensueños.

 

Al fin deja de llover y mi taza de té ya está vacía.