Favoritismos
Diría que tengo muchas cosas favoritas:
aullar mi pieza de Rod Stewart mientras conduzco en pista o mi flamenco cuando me traban las presas;
sacar la mano del auto porque te invento y tal vez existas allá afuera como si fueras una brisa;
leer poesía -duradera del tiempo- y comer chocolate como mezcla perfecta;
tener en mi jarrón, flores con frescor y perfume;
ser Reina de la noche cuando la piel me lo provoque;
acostarme en el césped para circular los infinitos;
Amaretto si la soledad pide, posada en una noche fría;
recibir la tarjeta anual navideña de mi amiga taiwanesa
pues me la envía ya desde hace 20 años;
remojar mi cara cuando quiero creer en algo y no puedo;
desabrochar…;
apuntar una metáfora donde y cuando me venga en gana;
amar lo trivial como son los imposibles;
fotografiar lo espontáneo sin referencia técnica;
pellizcar los cachetes de mi hija y recibir persecución por ello;
o acostarse simplemente solo para imaginar;
besar pero sin destino recurrente;
comer mariscos hasta el hastío;
esperar las exigencias de mi perra que me ladra cuando estoy ante la pantalla o el control;
contemplar solitaria el horizonte como miniatura de universo;
y empezar cuando tenga de nuevo que empezar
es decir, reinventarme en lo que sigue
después de un punto y coma.
Siempre vienen favoritos que se amarran o se sueltan pero ya de esos
son secretos de luna menguante que se esperan como mensualidades de cobro, de pago o de tiquete.
¡Qué siga la complicidad y el vértigo!
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