Tapiz ruso
Tengo en la cocina
un tapiz ruso con flores y venados en el bosque,
a los lejos,
sobresale una casita
empotrada en esa lejana mentira que llaman –felicidad-,
allí,
la que soy,
encierra sus noches cuando no duerme,
corre en los potreros diciéndole al aire que ya nadie la persiga,
se esconde detrás del pinar hasta que huya esa manía
por sospechar de todas las cosas.
La que mira sigue despierta.
Toma el café con ese disimulo de que no debe repetir.
Todo le parece abandonado,
el cuerpo que perdió el juicio en la desnudez,
los libros que no tienen ausencia en la mesa,
las flores a las que no encuentra un jarrón donde ponerlas
porque le gusta, maldita sea,
–esas- que digan algo más
que un tapiz con venados en el bosque
y lleno de lirios muertos.
Me dice que abra la puerta
porque en su noche
la verdad siempre es una llovizna,
asesinos y pederastas,
marejadas de aceites en el mar,
minas que asustan lapas y su árboles.
Ella, la que dice ser,
no sabe si mirar el tapiz
o detrás de la ventana.
Se desune de lo que puede escribir,
si de vírgenes que ya no son y lloran su himen,
si de madres que son solo madres de sus hombres,
o de sí misma, frívola y profana de exactitud.
Ya es hora de salir de la casita,
los venados seguirán en reposo para siempre,
los zapatos los deja allí, donde no deben estar,
el cuerpo lo deja allí, donde sí debe estar,
y hace un doblez perfecto
para guardar el tapiz.
Comentarios
un beso y gracias por ese pedacito de sueño...
Ophir
deshora.
Un beso,
M.
Amorexia, sin duda, la procesión todos la llevamos, es la ventaja, no somos los únicos desfilando... otro abrazo.
MaLena, me encantan tus comentarios, animosos y empujadores!! y sí la poesía está en cada rincón.
besos
Un besito, muy bellos versos.
mi estilo es no tener estilo,
aprecios