Amados hombres, cabezas de huevo.

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Lo intento, de verdad que lo hago, pongo mi mayor esfuerzo en entenderlos. Trato de no dividirlos por su género, de verlos como humanidad, de mezclarme en la polaridad, en sentir como dicen las nuevas teorías, que llevo algo masculino en mí y ellos, parte de mi feminidad.

Pero se dificulta. Las brechas sociales o individuales -luces intermitentes-, se disparan y con demasiada frecuencia. Por más que muchas mujeres sitúen su mayor esfuerzo y se vuelvan elocuentes, transversales, sedosas, llamativas, consecuentes, flameantes, llenas de Venus… no han logrado deducir en su totalidad la mística de Marte, como decía el betseller de John Gray.

Bien, digo yo, ambos debemos defender la naturalidad del ser, de mi ser, del otro con su ser. Pero mientras somos, el itinerario se vuelve a veces insostenible; mágico a ratos, imposible en su mayoría.

Quisiera como entrarles en su cascarón cerebral, reexcavarles el cráneo para adentrarme en sus preconceptos y con bisturí, recortarles sus prejuicios y su errada perceptibilidad en cómo nos divisan. Quizás también ellos piensen a lo inverso, no lo sé… pero en nuestro caso, es común oír tertulias de amigas asfixiadas, manipuladas, dominadas, controladas, reprimidas.

El temario de las quejas:

que si eres flaca, eres anoréxica;

si tienes rollitos, te mandan al gimnasio;

si confundes términos, te mandan a estudiar;

si te lanzas, estás loca y eres puta;

si resistes, te idealizan o se aburren;

si eres inteligente, se intimidan o se asustan;

si lo contradices, es que siempre quieres ganar;

si tienes plata, te compiten o se aprovechan;

si eres bella, te exhiben o te encelan;

si eres fea, te esconden o “go” al cirujano plástico;

si fumas o bebes, eres maniática;

si no lo haces, eres aburrida y sin “feel”;

si lo cuestionas, eres feminista y dominante;

si te silencias, eres una “perra domesticada”;

si buscas rebajas o baratillos; no tienes clase,

si compras en el mall, eres una consumista;

si te enamoras, eres una vagina estúpida;

si no lo haces; una perdida sin alma;

si los llamas o los buscas, eres una sobrada o sometida;

si no lo haces, eres la “divina” ególatra;

si estás sensitiva, como siempre eres solo hormonas;

si muestras coraje, eres imposible o una machorra;

si te enojas, es porque no te han follado;

si hablas de amor, eres anacrónica;

si tengo más edad que él, debo agradecerle;

si disfrutas de la sexualidad, es que tienes escuela;

si lo seduces, es tu culpabilidad si cae en la cama,

si coqueteas, eres depredadora;

si te das de liberal, es que tienes calentura;

si te acuestas en la primera cita, eres una zorra fácil,

si eres conservadora, eres la ingenua y tonta,

si no te dejas apabullar, eres conflictiva;

si no quieres jugar su juego; -qué se cree está… yo impongo las normas;

si lo juegas; te disparan;

es decir, no hay por donde…

 

He escuchado estas banalidades: 

-Me gusta tu intelecto pero no tu cuerpo.

-Las prefiero tontas, ciegas y mudas…

-Calladitas son más bonitas.

 

Yo peco y seguiré pecando en encontrar al hombre que algún día me mire y me quiera como tal, sin cambio alguno, sin derecho a recesiones, sin marcha atrás, tal como soy, como percibo el mundo, como me libero cerca o lejos de él, como me gusta amarlo bajo mi libertad, a todos sus costados y él en los míos. 

Lo he dicho en otros momentos, amo profundamente a los hombres y me esfuerzo con la misma profundidad por entenderles. Pero es un tema complicado, con versiones intimidantes, con verdades a medias, no hay receta exacta para esclarecerlo.

Por la línea que sigo, en la siguiente rogativa, no abogo por esas luchas a cuartel, sobre quién es el que tiene la de ganar, no es si el XX acierta en su poder o a contra espada del Xy, que defiende con osadía el creerse igual. No es un versus /versus…no debe sumirse en revancha, en verme o verle redimido a mis pies, en transformarla(o) a mi modo, en hacerle parir dolores si quiere estar a mi lado. No es como se me antoje, no son mis reglas o las de él…

Por eso, me llaman “difícil”. Por eso, estoy sola. No temo a estarlo. No acepto sobras, miserias, ni días especiales de un calendario. No vivo bajo la disponibilidad del otro. O somos de los dos o lo dejo libre.

Aunque pareciera, no soy feminista. No me encasillo en doctrinas hinchadas contra los machos bellos. Pero si detesto a hombres y mujeres, a su vez, que se tiran a campo abierto para medir los grados superlativos del ingenio, de la competividad a todo costo, de la lujuria ante toda igualdad. Esa inutilidad de quién caza a quién..!!! No es un asunto de dominación, de luchas de poder.

Aunque -no queramos- hay “modelos internos” dentro de uno; tanto hombres como mujeres idealizan, preconciben su absoluto por el papá o la mamá perfecta, o al reverso; se forja la imagen negativa del género, porque si me tocó una puta, todas son putas; porque si me tocó un vividor, todos lo son…

Viví hasta el tuétano, una relación de agresión. Me reventaba el tímpano y luego me violaba. Fueron solo diez meses pero me retomó diez años, recuperarme. Duele saber que muchas mujeres lo sufran y decidan seguir tolerándolo,  que sostengan lo mismo por tantos años, que trafiquen su cuerpo y sus emociones por miedo, por ignorancia, porque a pesar de ello, prefieren esa sombra a estar solas. Decía un amigo que acertó en algo, que mas puta es quien aguanta una agresión y se vende a si misma, a una relación que no funciona.

Así que tuve mi propia batalla, la he ganado ya, porque sigo creyendo en el amor, sin idealizarlo, pero moriré buscándolo, si antes no me encuentra.

Y aunque no se quiera, no se despoja con facilidad de esos modelos; internamente se llevan, y es en ese estado interno, cuando debemos rebelarnos dentro de sí, para que no se estacione en el alma perdurablemente. Nos toca el re-triple esfuerzo por des-aprender, de quitarnos la maña por la comparación, por la generalización… yo misma lo intento cada vez que hablo de hombres o conozco a alguien. Trato de despellejarme si es posible para que no me torture los patrones del pasado. Porque cada relación es creativamente distinta, si tenemos el valor de retarnos, de atrevernos… como si el amor nunca nos hubiese incinerado, con la ingenuidad y aventura de sentir maripositas en el estómago.

versus

Hombre y mujer no son rivales. Es un asunto de “pareja”, sin un género que te persiga. Es la equidad necesaria. Significa respetar lo que te gusta, lo que me gusta, lo que le hace sentir mal al otro pero por cortesía, por amor, se lo evitas, lo disimulas. Es esa ceguedad permisiva de ceder porque ansías su estado de placidez. Es la complacencia de que si el otro está bien, tú estás bien…

Sé de muchas mujeres que se torturan con su cuerpo por complacencia del otro, y el otro… rebuzna en anchuras o flacuras. Ella le ama sin condicionar pero ante sí, se condiciona por él, por ser lo que él quiere que sea.Si hablamos de gustos, yo los prefiero rellenitos, pero cuando revienta la química, la forma ni interesa, a la porra tu idealismo. He amado a flacos intensamente, altos, bajos, gordos, en fin,  el amor no se condiciona. Si no amas a alguien, ni te le acerques… no te des por la batalla de la compasión, de la conveniencia o de la lastima.

Con respecto al físico, el amor se silencia a no herirlo, no podría decirle: te falta más carnita, con unas libritas de mas, como te querría.

Porque cuando logramos esa conectividad con el otro, ese carisma singular,  quiero todo del otro, sin restricciones, no hasta donde me lo permita él.

Porque algunos viven en plena contención. “Solo esto de mi, puedo darte…” se dividen en centésimas y se dan a poquititos, ¡qué desperdicio! o “este es el único tiempo que tengo…”, o “mi amistad es lo que tengo para ofrecer…”(pero fuck’iando) , ohh ¡DIOSES y sus penes!

Otros,  te ponen reglas, cuando llamarle, de cuando eres formal o cita espontánea… ¡¡miércoles!! Rulers… rulers… sombras que fastidian la verdadera pasión. Contenciones baratas que jamás serán amor.

Díganme si como mujer permito eso, es como clavar mi propia esclavitud, o si miras a tu pareja de ese modo, será realmente afecto? La soledad no da pa’ tanto.

Ceder por turno no significa dejar de ser uno mismo, porque cuando hay reciprocidad, ninguno pierde. Si ambos se dan sin condiciones, no quedará una relación a dispar; no será el otro el que siempre tiene que dar más, reponer más, perdonar de más; a tal grado, que siempre será una parte la  que se sacrifica de más… Si debe haber sacrificio, que sean los dos los que mueran. La felicidad tiene su costo. Mi entero y su entero, no mi mitad y su mitad.

1 más 1 = 2.

**&^^%$#$#@@!!~ 

Siempre será dos, mientras no me juegue la filosofía.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
me encantó

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