Mi 14 de Nisán

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No tengo ya fe religiosa y digo “ya” porque la tuve a la doble potencia.

Se acercan estos días que son los menos santos del año y se propaga todo el discursito del deber de la “reflexión”.

Nuestra vida es una reflexión diaria, debe ser al día, al momento de exhalar con conciencia de que estamos vivos y que nuestro barco interior depende de qué rumbos le damos a nuestra navegación.

La fe con apellido de religiosidad se vuelve una necesidad, una carencia humana.

La fe sin apellido es distinta. Somos espirituales cuando tratamos de creer en nosotros mismos, en nuestro Dios interno, en nuestra potestad divina para derruir nuestros demonios o dejar volar nuestras libélulas.

A veces me desanimo de mi misma. No me gusta lo que veo y me arrincono de pánico por lo que me hago sentir. Es allí donde necesito la fe. Fe para creer en mí misma.

La fuerza de mi fe está en algún lugar y aunque se esconda, la busco al frenesí. Y cuando menos pienso, puedo sonsacarla en un santiamén. Me remonto de vitalidad, me perdono, me reanimo y sigo intentando…

Hay días donde no me sostengo. Creo no tener la fuerza para seguir y llegan todos los vacíos, todos los derrumbes, todas las cenizas de mi volcán…

Me permito un rato esa desolación porque hago conciencia de mi debilidad, de cuál debe ser la próxima meta conmigo misma.

Entonces llega el siguiente día y me hace ver las cosas distintas. Ya he respirado y exhalado el problema. Ya he parido la zozobra de mi aprensión y no queda nada adentro, más que mi propia fe renaciendo de nuevo.

Se aproxima el 14 de Nisán, muchos celebran la muerte de un Dios. Yo celebro la muerte de un hombre. Un paradigma histórico o un arrematado sagaz que pudo con su sencillez hacer temblar a los reyes. Si es un personaje, amo los personajes literarios aunque sean la invención de un creativo. Si fue un simple hombre como Gandhi que supo liderar con el verbo y su amor, que venga el festín.

Prefiero la versión que “entendió” mi hijita en el kinder y se acomoda más a la realidad. La grabé en video porque vino a contármelo con toda emoción.

-Mamá, hubo un Dios que era muy bueno. Alimentaba con pescaditos muertos a otros, les daba de todo hasta papas fritas. Le gustaba montar en burro y si a alguien le dolía la pancita con solo tocarle, adiós dolor de panza. Pero habían  hombres malos que le traicionaron. Y lo mataron en una equis. Lo enterraron en una cueva y sabe cuál fue la sorpresa? que luego, caminó hasta el cielo porque su papá, que también es otro Dios lo salvó.

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Es bueno creer en la versión que cada uno quiera creer.Yo tengo mi propio credo.

Hay hombres con su Dios interno que saben arrogarse. Admiro esa capacidad de Fénix, de quiénes pueden sobrepasar sus propios límites y adversidades.

Conozco al Dios de muchos, que dicen:

-hasta aquí con mi último cigarro.

–hasta aquí con esta última copa.

-hasta aquí con está relación.

-hasta aquí con estas mentiras.

-hasta aquí con estos miedos.

Uno se asombra y se sorprende de esa divinidad. Es un poder que existe también en nosotros mismos.

Yo tengo más demonios que dioses. Es imparable esta tarea intrínseca -de lo que soy- y –de lo que quiero ser-. Es mi discordia de todos los días. Mi trabajo de tiempo completo. Pero voy… al paso, a veces, más lento que otros, pero voy… con el norte y el sur, el oeste y el noreste.

Esta semana celebro mi 14 de Nisán, la muerte de mis dioses inventados. Festejo mi esfuerzo y sus búsquedas. El Dios que hay en mí y no se doblega.

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