Emily Dickinson y esto
Es TODO lo que hoy tengo
para traer. Esto y mi corazón.
Esto y mi corazón, todos los campos
y las vastas praderas.
Lleva la cuenta: si me olvidara
alguien podría hacer la suma.
Esto y mi corazón y las abejas
que habitan en el trébol.
Emily Dickinson
Todo lo sencillo es hermoso. Vivir, hablar, escribir, soñar en reflejo a la sencillez es un teorema interno no una casualidad externa; es un estado consiente y todos lo llevamos desde el fondo del ser. A excepción de aquellos que permitimos que esa sencillez se moldee de complejidades o de facilismo.
Para vivir de forma sencilla, no es solo remontarse al campo y ser como la gente que vive con tan poco -en el sentido material-.
Sencillez no es humildad, ni la humildad es carencia.
No se ocupa de mucho para respirar, comer y sentirse vivo. Aún bajo carencias económicas o sin tantas ambiciones, muchas familias reflejan la alegría de su tejido afectivo y su mutualismo de convivencia.
Pero también conozco personas con factibilidad material y sin embargo, tienen un modo sencillo de vivir y ver su mundo. Son libres de sus dependencias.
En mi caso, admiro cuando un escritor transmite con claridad de pensamiento sus ideas y se enfoca con intención, con dirección… a que sean explosivas, inolvidables pero ante todo que se marquen de sencillez.
Escribir o hablar de forma sencilla tiene su dificultad. Lo fácil no es sencillo. Lo sencillo es decir en sustancia y claridad lo que queremos que el “otro” perciba. Es tratar de escuchar las voces de nuestros latidos para provocar lo que hay dentro y decirlo.
Aunque éstas puedan ser opiniones equivocadas, debemos liberarnos de todos los tejidos sociales que nos sacuden, amarran o enmudecen y soltarlas…
Es difícil escuchar nuestra propia voz ante tantos ruidos y ante tantas formas de lo que el mundo dice que deberíamos hacer o decir.
Eso es ser facilista. Dejarnos guiar por la vida, las ideas y las palabras preconcebidas que desde ya se asumen como normas o estilos.
Escribir - hablar - demostrar una dialéctica de pedanterías no me dice lo culto de alguien sino el desborde de sus egos. Uno mismo a veces cae en esos hilos del oscurantismo verbal, en el adjetivo culturista que no dice nada.
Por supuesto, a veces se nos salen “palabras de Domingo” porque ciertos términos se hacen inherentes según nuestra formación. Pero suenan liberadores si nacen reafirmados de naturalidad, de profundidad. Yo me voy directo al diccionario cuando se escuchan términos nubosos bajo esa connotación -provocan curiosidad-, re aprendizaje; pero no nacen, como otros, con la intención de decirle al mundo cuánto se sabe.
Confieso, que mis primeros escritos literarios fueron dogmados por el Trascendentalismo donde se buscaban imágenes delirantes y adjetivos papilosos; despejarme de ellos, ha sido una tarea difícil, de casi una década. Mis dos primeros libros lo confirman. No voy a argumentar si me dejó algo positivo pero una forma terapéutica contra este legado fue la lectura de la poeta norteamericana Emily Dickenson.
Si ella hubiese hecho caso de la crítica, habría sido una escritora de más, pero al conservar su independencia de estilo, su temática y sencillez, arribó casi en la genialidad.
Decía: “si tengo la sensación física de que me levantan la tapa de los sesos, al leerla(se refiere a su poesía) sé que eso es poesía”.
Su lenguaje era limitado. Su vida no se destacó por excesos, ni de acumular parajes vivenciales llenos de emotividad o ex centrismos.
Su espacio vital era la casa y navegar dentro de sí. Escribir sobre la cotidianidad; de revolverse con todas las sensaciones que produce la angustia, el júbilo, el asombro, la esperanza, el éxtasis…
Exploró zonas de la experiencia que prefiguran la inquietud de Kafka con la diferencia que le cantó a la belleza por medio de la sencillez.
Fue una reclusa voluntaria y junto al estilo de Whitman renovaron de frescura la poesía norteamericana del siglo pasado. Aún al leerlos se siente su contemporaneidad, con temas universales y sin grandes paradigmas.
Con Emily y su poesía sencilla, irregular, des tonada, se pudo escuchar la voz de la mujer que renacía ya… con una independencia motivadora distinta a su época; la mujer que no le temía a nada, ni a su propia soledad, que aún inmersa en cuatro paredes, podía referirse a temas importantes como la muerte, el tiempo y la inmortalidad.
Yo abogo por ser sencillos desde adentro. Es una de mis metas. Y no solo con lo que escribo sino en mi manera de transcurrir el día. No es tan fácil pues nos ahoga la complejidad del ser y nos atormenta las presiones de la época. Pero todo es más sencillo de lo que parece.
Cuando soy capaz de pedir perdón ante alguna ofensa que abordo aún involuntaria o de perdonar cuando trasquilan mi corazón, me resuelvo ante mis propios enigmas. No importa si me perdonan o no. Consigo mi libertad. Es una actitud de sencillez.
Permito que sea esa liberación interior la que pueda responder a todas las preguntas que me atormentan sin dejar de ser quién soy.
Me convierto en un ser más claro, más sencillo… y respiro con mayor fluidez. Igual cuando me inundan pensamientos telarañosos o conflictivos, me esfuerzo para provocarles el ojo sencillo con que debo pensarles.
No importa si pierda o gane, si insisto o desisto…
Exploremos lo sencillo: ame de forma sencilla, no es tan complicado si lo hacemos con intención, con dirección… debe haber voluntad para el amor; como para la libertad; para los sueños; para marcar significativamente una existencia con verdadera sencillez.
Yo estoy aprendiéndolo a través de los poemas de Dickinson y su manera de contemplar el mundo.
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Para ser reverentes ante los simples días
que nos traen las estaciones,
es suficiente recordar que pueden
restar –de tí, de mí- la nadería
que se llama mortalidad.
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No tengo nada más para traer, lo sabes.
Te traigo pues lo mismo,
como la noche sigue trayendo sus estrellas
a nuestros ojos habituados.
Acaso ni las notaríamos
a menos que faltasen.
Tal vez entonces fuera un acertijo
encontrar el camino a casa.
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Soy NADIE.¿Tú quién eres?
¿Eres tú también NADIE?
Ya somos dos entonces. No lo digas:
Lo contarían, sabes-
Qué tristeza ser alguien,
que público: como una rana
decir el propio nombre junio entero
para una charca admiradora.
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Derrumbarse no es acto de un instante,
pausa fundamental.
los procesos de la ruina
son bien organizadas decadencias.
Es primero una tela de araña sobre el alma,
una cutícula de polvo,
un gastarse del eje,
un moho elemental.
La ruina es el trabajo bien urdido del mal,
consecutivo y lento.
Ningún hombre ha fallado en un instante:
es la ley del fracaso ir resbalando.
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Hay una soledad del mar,
una soledad del espacio,
una soledad de la muerte.
Y, no obstante, parecen compañía,
comparadas con esa màs profunda
-intimidad polar,
infinitud finita-,
la del alma consigo.
Emily Dickinson
Comentarios
Al final,he tenido que seguir tu blog.
Un beso.