¿---? un jueves.

nichos

El tema de hoy debería llamarlo: CONDOMINIOS PARA MORIR; pero voy a llamarle: DESEMEJANTE, ya verán porqué.

Es tan sencillo volver sencillo el día.

Me encanta cuando llegan momentos espontáneos -fuera de sí- a tu cotidianidad y se transforman en inolvidables. Cuando se truecan en nada semejantes a la usanza.

Hoy me propuse sacar el rato para llevar a mi madre a hacer visitas al estilo pueblerino. Tenía mucho que hacer pero en fin, le dediqué el rato… a ella, a los que iba a visitar y a los sitios que a veces olvidamos. Tengo el privilegio aun de respirar pueblo a 10 minutos de casa y revivir su antaño.

La primera parada fue al medio día. La llevé a una particular reunión en el distrito de Patarrá; el tema priori era cómo rescatar la bóveda del tío Cancho, quién nunca se casó, no tuvo hijos y al morir, no traspasó los nichos del cementerio a sus condescendientes.

Y es que ahora morir tiene su costo. Las fosas han llegado a ser herencias reclamables y son propiedades de gran valor. Mientras se viva, debemos estar midiendo la muerte. Escribir la preforma del posible no existir.

La reunión fue con los sobrinos que serían los representantes de mayor consanguinidad. Sumando a ellos y sus hijos se llega a más de cien.

Es decir, vale la pena resolver legalmente, la adquisición de los “nichos” y cuanto antes, pues cualquiera “estira la pata” a destiempo y puede reclamar a derecho, su campito -gratis y seguro-  para trasvasar sus restos. Un lujo para pocos. Un punto a favor para suavizar el sueño.

Por eso, fue urgente realizar esa reunión con toda una comitiva familiar para asumir su mantenimiento. Nadie quiere por si mismo asumir el costo financiero por un espacio donde otros también van a tumbarse. Así que, se formó un comité especial no solo para financiar el alto costo legal del traspaso sino para detalles de sostenibilidad de la misma como la cerámica de la bóveda, los pagos anuales, el jardinero, entre otros.

Realmente, ¡¡es una querella morirse sin tener apartamento sepulcral!!

Yo iba a esperar a mi madre en el auto mientras ella asistía pero como el sol atravesó la vidriera y el aire acondicionado revienta mis oídos; preferí acompañarla.

Fue un maravilloso momento desemejante. La mayoría tienen edad de la quinta estación. Así que solo un ratito fue formal. Se llevó el acta, se da el informe del tesorero… y todo se coordina en orden.

De inmediato, surge el humor patarraseño, la maliciosa carcajada de reírse de la muerte, de quién será el siguiente y todo un jolgorio sobre el tema.

Todo eso, merecía un almuerzo criollo: “gallitos de chorizo con repollo”, “flor de itabo con tomate y cebollita”, puré con especies naturales, refresco de toronja casera y frutas de estación. Era como estar en medio de un festejo, solemnizando con anticipación la muerte.

Acuerdos vitales: para recaudar fondos para el traspaso, se hará una fiesta en un mes con el centenar de primos. Así que me involucraron también a ser parte del séquito organizativo. Me corresponderán las invitaciones. Cualquiera podrá ir pero pagando una cuota. Aparte, cada familia deberá aportar un platillo: el arracache de “sutanito”; el pan casero de “fulanito”, el arroz con pollo de “menguano”, etc, etc…

Es agraciado anticipar la muerte con tanta alegría. Ya espero la fiesta. Es desemejante que una familia se prepare para morir, festejando.

No creo, que a mi madre y a mi, nos entierren en alguna de ellas.

Pues, de parte de mi abuela, tenemos un condominio para morir, de seis apartamentos con vista a la montaña, aparte de los cinco que estaban a nombre del Tío Cancho.

De mi parentesco paterno, tengo otros dos condominios: uno de 13 nichos de nivel citadino y obrero; otros seis bajo pinares y rosas, heredados de mi padre. Es decir, casi 30 apartamentos cuidaditos -casi lujosos-  para escoger donde repuntar mis cenizas o huesos.

Ya saben!! …si alguno de ustedes no tiene dónde… por favor avíseme con tiempo.  Le apartamos un campito que hay para escoger.

Es inusitado vivir esperando la muerte de ese modo. Celebrar el proceso y la espera. Un rato sublime, sencillo… mirando la partida con regodeos.

Una idea de muerte desemejante, un momento de vida desemejante, con personas en su naturalidad desemejante y con una manera de sonreírle a la muerte… desemejantemente.

 

(continuará)

 

Cobertizo

                                             Viernes 27 de marzo

Pero el día no terminó allí…

Después de ese almuerzo memorable. La muerte seguía rondando como tema de la jornada.

Murió un vecino y todo el atropello de la tarde fue acompañar a mi madre a dar los pésames tradicionales.

Pero como se dice por ahí: “… los muertos al hoyo y los vivos al pollo”.  Mi madre que no le gusta perderse nada, tenía otro compromiso; visitar al tío abuelo Mario, de 94 años, que recién se hizo un apartamento y la invitó a tomar un cafecito para conocer el lugar.

Pero con tanta actividad ese día, le cuestioné si ir o no.

Decidí llevarla pero me regresaría de inmediato, solo la dejaría allí para terminar de vuelta con mis quehaceres pendientes. Pero apenas llegamos no pude el desamarre. Seguí dejándome ir…

Fue la segunda parada inolvidable. Me dejé llevar porque el resto del día lo merecía, es más, yo lo merecía…detenerme en lo desemejante de ese momento irrepetible y particular.

La cabañita está empinada con vista a las montañas y bordea de forma serpentina el río Damas, en un pueblito llamado Guatuso, a dos km de Patarrá.

Fue motivador ver a mi tío abuelo con la emoción quinceañera de estrenar su apartamento. Hizo un cuarto de visitas para que en algún momento cualquiera se escape y lo acompañe. Es su hogar de retiro y meditación.

Hay una dilección especial entre él y mi persona. Los dos amamos la poesía, la sencillez y la contemplación natural. Junto a otro tío y su esposa, nos tenía su cafecito chorreado, sus empanaditas de frijol y el pan casero de Tía Luisita.

Con toda la ceremonia de vuelta por la merienda. Sacó sus últimos poemas y tertuliamos exquisitamente. Poesía esa tarde donde solo creí escuchar la muerte. Y curiosamente eran poemas que él había hecho a mi abuela que cumplía 6 meses de fallecida. Lloramos todos un rato para seguir viviendo, comiendo… con la alcahueta mesa llena de cosas ricas.

Afuera de su apartamento, tiene un ranchito donde está la cocina de leña. Ayer estaba encendida. Había un “ollón” de sopa de mondongo, con ayotito tierno, plátano maduro y elote. No podía faltar el arroz de achiote encostrado y el chilero casero. Es decir, fue un día inesperado donde se impuso la sencillez y la frescura por compartir y celebrar el afecto.

Un día con temario de muerte pero lleno de vida. Condominios para morir y cabañas que nos dejan siempre ganas de vivirlas hasta ese último momento, hasta esa sinapsis de cambio y estación.

Creo que de eso se trata lo que aprendí ayer, de ver la muerte y la vida como un mismo proceso, como inhalar y exhalar la rutina del sol y la luna y en un jueves desemejante.

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