creo Y no creo
Nuestros conceptos nacen por ideas o idealismos; de forma individual o social; en retórica o por academismo; luego rebotamos en opiniones, a la par las construimos como un juicio, una sentencia, una premura; y de último, como nuestra única verdad.
Me libero de ello. No tengo verdades absolutas más que está de ser dueña de mi misma y en este preciso momento donde digito mis palabras conversas de ideas.
Mas tarde no lo sé, puede que piense distinto y me revierta a leñazos fundamentalistas o simplemente dejen de latir. Nadie maniobra su después, creemos tener ese poderío, pero solo reforzamos el futuro; “por si las moscas” nos aseguramos de éste, con nuestras decisiones presentes.
Pero en fin, eso me da la autonomía de escribir lo que pienso con decencia o atrevimiento. Por supuesto, a partir de mi propia vida, no de la suya, no de mi patria, o del color de mi piel.
Sí, a partir de mi existencia, que es distinta a la de todos, digo, a la del perro de mi casa y a la paloma que no deja de chillar o predestinar la muerte en el vecindario. Todos tienen su latido impar, su única manera de exhalar y preconcebir su alrededor. Esa es la libertad que defiendo.
No importan las celdas de su dominio externo, las ataduras de su cuerpo; aún sus restregados conceptos impuestos por las escuelitas de papá y mamá, de la calle, de la iglesia, de la universidad, de su partido…
Es esa libertad -donde a pesar de todas las imposiciones-, puedas adentrarte en ti mismo y decidir qué creer; teniendo la opción de cambiarlas, las veces que te de la gana.
Yo he creído… y dejado de creer muchas veces.
Les comparto algunos de mis credos y apostasías.
(Las comentaré en los próximos días)
creo Y no creo en el socialismo
creo Y no creo en la democracia
creo Y no creo en el capitalismo
creo Y no creo en la ciencia
creo Y no creo en Dios
creo Y no creo en la palabra
creo Y no creo en el amor
creo Y creo en mi misma
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