LOS DRAGONES DE MI SFUMATO

 

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Dije que continuaría…                    

Es la suma de las partes, de las mías, un capítulo y medio de existencia o quizás más. Es “connessione”(la metáfora de que todo está interrelacionado: objetos, humanos y fenómenos)

Es extraño pero al nadar, el hombre aprende a cómo vuelan las aves.

–Imposible, diría usted. Pero en efecto, la natación alecciona la técnica de vuelo y demuestra que si el peso es mayor encontrará mayor resistencia en el aire. Esa es la conexión a la que me refiero.

¿Qué tiene que ver conmigo? Todo. En mi historia, nadar en las profundidades me ha enseñado a alzar el vuelo cuando he tenido que hacerlo y con mayor resistencia, todo tiene esa concordancia.

A mis 22 años perdí a mi padre que no solo era mi sostén afectivo sino económico. A la vez, recién salía de un matrimonio agresor de “diez meses”. Y en materia espiritual estaba castigada porque pertenecía a un grupo religioso que me excluyó por desobedecer los principios de casarme con un incrédulo. Era como perder todos los andamios de mi sostenibilidad y querer aún seguir de pie. Así que divorciada, huérfana de padre y de la fe religiosa, sin terminar mis estudios con afecciones emocionales que incluso me dieron pérdida de memoria y un padecimiento físico resultado del agobio… era tremenda humarasca la que tenía que conllevar. Los dragones de mi SFUMATO, todos juntos de frente.

Y no lo escribo por razones masoquistas sino como un posible efecto de que todos vivimos situaciones inesperadas, crisis… -como usted quiera llamarlas-, prefiero decir mis dragones de sfumato.

Confié en los talentos que de antemano fueron opciones aprendidas en mi tiempo libre en la época de mi adolescencia. La herencia de aprender de todo… como decía mi padre o como cualquier padre o madre que prepara a sus hijos para lo que pueda venir. Había sacado un curso de Corte y Belleza y otros de acuarela y dibujo en general. Por otro lado, mi madre me enseñó todas las labores de hogar con extrema disciplina. Eso a pesar de que en mi infancia siempre caminé con “zapatos”, viajábamos a Miami de compras o a San Andrés dos veces al año, Disney muchas veces, empleadas domésticas y mi “nana” de toda una vida, las mejores escuelas, ni qué decir de las lujosas navidades, entre otras cosas.

¿Qué haría ahora? Decidí inventarme y recrear un nuevo boceto en mi vida después de esa paradoja existencial, en un pueblo lejano de San José. Tomé un bus y me dirigí a Santa María de Dota, una región campesina y cafetalera con exquisita belleza natural y muy tradicional. No sabía en que trabajaría ni cómo iba lograr mantenerme.

Alquilé un cuarto, recuerdo que por dos mil quinientos pesos, en una casita donde vivía una madre soltera con sus dos hijos. Le limpiaba muy temprano su casa y me regalaba el desayuno. Realmente vivir con sencillez es maravilloso. Me conseguí una bicicleta y me iba por la orilla del río Parrita a recoger tronquitos, bromelias, lana de montaña con mi libreta para escribir o mi cuaderno donde realizaba bocetos en lápiz. De alguna forma hacía para conseguir materiales para pintar en óleo, tiza y acuarelas primitivistas, muy propias del paisaje cotidiano. Luego, hice amistad con una mujer costurera, muy emprendedora. Me dijo que le pintara algunos limpiones de cocina porque ya había visto mis trazos de dibujo. Y que me pagaría algo por ellos. Estaba contenta de mi primer trabajo. Pero no me daría aún para comer.

Así que amplié mis horizontes como empleada doméstica pero solo por horas. Ciertos días cuidaba los hijos de una alemana, otro día, limpiaba una casa y luego empecé a ingeniarme a pintar más camisetas y vestiditos. Por supuesto, fueron días duros porque ciertas noches solo podía cenar pan y leche pero la gente del pueblo era tan bella que siempre compartían conmigo algún “gallito” casero.

La Costurera consideró propio alquilar una cochera en el centro para poner su taller y aumentar sus ventas. Me invitó a ser parte del experimento. Ella cosía mientras que yo además de pintar, le cortaba el pelo a alguien o le hacía manicure. Claro, todo era muy sencillo. En una esquinita puse una mesa con un banquito y un espejo quebrado pero amplio. Así, de vez en cuando, llegaban clientes que me salvaban la “tanda” para sostenerme.

Ideé también pintar en piedras con motivos de casitas antiguas de la zona, en hojas secas, en trozos de madera, y hasta logré especializarme en pintar dibujos típicos sobre un grano de arroz. Eso le dio curiosidad a la gente que llegaba más y más al taller. Continué creando artesanías con los materiales reciclables del campo y todo lo que recogía de la montaña. Cuando visitaba a mi familia en San José, compraba retazos de tela y los revendía porque no había opciones de ello en el pueblo y también aumentó mis entradas.

Sin duda, siempre hubo ángeles que me ayudaron cuando mis soplos al dragón no daban a basto. Una tía y unos vecinos me aportaron como préstamo –diversa mercancía- para ampliar mis ventas.

No puedo olvidar a un dilecto amigo pensionado del pueblo, el doctor Mora, cómplice de mi amor por el café, las orquídeas y la literatura, quien le pagó  el pan casero a Doña Chayo cada mañana para que yo lo tuviera en la mesa durante casi un año.

Tanta actividad emergente aumentó mis ganas de vivir, mejoró mi condición física y emocional ya que comprobé que con ingenio podía vencer mis dragones.

Cada madrugada era una dosis de existencia. Mirar una niña con su balde mientras iba a ordeñar. Recoger leña para ayudar a la señora donde vivía para que ella hiciera su pan en horno tradicional y luego comerlo. Todos los Buenos días que recibía de gente desconocida. No podía ser más feliz. Fue el tiempo que disfruté más en SER que en TENER. 

(continuación)                                   

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6 DE MARZO DEL 2009

Y seguía más… decidí luego, arriesgarme y dejar el garaje para alquilar una de las casas más grandes del pueblo.

Viví allí tres años. Fue la primera patente de tienda del lugar. De dos personas que iniciamos el proyecto, logramos formar un Colectivo de mujeres que no solo producían, sino que vendían sus productos. Se revendía de todo. Tratábamos aún de realizar tareas de las que ni siquiera tuvimos maestro. Hice en algunas ocasiones de zapatera, en otras preparé manualmente los marcos para mis cuadros o para los vecinos que ocupaban colocar sus fotos o títulos. Condicioné un espacio para dar clases a los niños y niñas del pueblo de pintura, gimnasia rítmica, entre otros.

Fue un remanso de lo que cualquiera puede hacer si lo quiere aunque lleve a cuestas sus miedos.

Ese capítulo y medio en mi vida fue suficiente para marcar mi connessione con todas las posibilidades, con todas –mis- posibilidades y hasta más.

De vuelta a la ciudad, logré muchas de mis metas. Pagué mis estudios universitarios hasta la Maestría. Tengo varios libros y muchos proyectos hermosos que nacieron de mis sueños que parecían imposibles.

No me dedico a lo que estudié… descubrí que no podía someterme a la rutina de la insatisfacción. Ahora me apasiona la microempresa por su sentido de libertad. Sin miedo he renunciado a lo que no me produce verdadero sentido. No me asusta el cambio. No me apego a la infelicidad, sea laboral o afectiva. Aunque sigue el fuego detrás de mi, -no siempre logro apagarlo-  de vez en cuando, me revierto a soplarlo.

Por eso, mi mejor sentido hacia los demás es decirles: siga reiventándose en lo que sea, como profesional, como mujer o hombre, como madre o padre, como ciudadana(o)...

Despierte su conciencia. Conviva con todos los dragones pero hágalo de forma creativa, con estilo de SFUMATO. Conozca sus innumerables posibilidades. Reaprenda y des-aprenda. Siempre tenga sed de la ambigüedad porque descubrirá que puede vivir con ella y lograr que sea una sombra más a su favor.

La “crisis” o “los dragones” representan solo el preludio para la exquisitez que se aproxima. Eres un YO PUEDO creativo y valiente. No esperes pasivamente ni desesperes con asfixia. Sigue tras un accionar de segundero, de minutero, tras horas, días y meses de consistencia y de terquedad.

Escriba o haga una lista de cuántos dragones ha vencido y descúbrase conmigo. Son más las victorias ante los remolinos. Son más sus efectos de poder, de control ante la “duda” y los “miedos”.

Y mientras, sepa disfrutar la travesía, su hoy…

Llénese de asombros. No hay mayor prodigio que deleitarse en sentir y percibir la connessione, esa bruma desfigurándose en sabores de mar y con olor fresco y pasajero.

Palpite con un flamenco de guitarra de Ottmar Liebert y siente como si fuera el último momento de elevación en tus pulmones  cuando escuches su sinfonía. Vibra de piel e inhala hondamente entre sus armonías y notas al ritmo de tus emociones más intrínsecas.

Eso es canalizar tu inconsciente para dejar que respire, que ahonde su presente…

Disfrute el minutero del ya, del ESTOY AQUÍ… 

Dígase con aire de SFUMATO:

PERCIBO, RESPIRO y DISFRUTO de todas mis posibilidades.

Yo seguiré intentándolo.

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