nadie se ve el trasero

 

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Sin duda, nadie se ve su trasero.

Tratar de hacerlo implica dificultad o atajarse de meollos ante un espejo.

Pero es indulgente y cómodo mirar el de los demás… ¡facilísimo!

Y no nos referimos a lo evidente por sus contornos o movimientos aunque la mayoría se deleita en hacerlo.

Ahora más que nunca creo en la necesidad de verse desde atrás, de meditar no solo sobre la objetividad existencial o el mundo de los “otros”, de “todos”… sino sobre sí mismos, sobre lo que queremos preservar, cambiar o re-aprender aunque implique dificultad.

Es complaciente solo mirar de frente, hacia un lado, abajo, o arriba. Pero tiene su esfuerzo mirarse hacia atrás. Mirar con detenimiento donde se asientan las debilidades y nuestras posaderas.

Es fácil dejarse ir con la ceguedad o el conformismo. Hay un facilismo barato en vivir sin complicaciones… dejarse ir en una relación que no va hacia ningún lado, atarse a la lástima ajena, a la convivencia por costumbre, al vicio por falta de voluntad propia… o solo mirar los traseros ajenos; lo que todo mundo debe cambiar o ser, menos uno mismo. 

-No miro mis asentaderas porque no me gusta lo que veo o siento. Quizás muchos lo justifiquen así.

Revolvernos un rato en lo que somos nos asusta. Estamos bien así, sin mirarnos.  Es más fácil conformarse en lo que ya es, en lo que dicta mi genética o circunstancia.

En justificar nuestras telarañas sin ser arañas!!!

Es decir, dentro sí, habitan miles de posibilidades de regenerarnos, de cambiar lo que somos si queremos, de des-aprender la fatiga por no defender lo que soñamos, o de atreverse al tropezón pero sin quedarse sentado.

Es sencillo, decidirse que se puede lidiar contra todo diagnóstico, contra toda herencia maléfica que nos dicta como ser, contra toda coacción social que nos quiera sujetar, contra cualquier obsesión que nos demarca, en contra de cualquier idea preconcebida…

No digo que no me asusta en ocasiones lo que miro: mi soledad voluntaria, tomar la decisión siguiente o revalorar mi auto valía pero todo ello es renovable si quiero, es opcional si la revierto. Es la maravillosa libertad de poseerme y no dejar que otros interfieran en lo que quiero.

En tener mi poder hacia adelante o hacia atrás, en mira, de pie o sentada. En no ser la opción del otro, del mundo… sino en ser poseída por mi propio deseo, bajo mi propia tutela y aunque eso implique que se me tuerza el cuello, de vez en cuando, por mirarme el trasero.

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